Nos complace presentar aquí completos los otros dos artículos que se han publicado en la revista diocesana Sembrar:
Diaconado permanente: ¿moda o necesidad?, por Jesús Camarero
Son muchos los que se hacen hoy esta pregunta. Y la respuesta demuestra que ambas realidades se reclaman mutuamente: el diaconado permanente es una novedad importante en la actual situación eclesial, precisamente por su necesidad.
La historia del diaconado permanente se remonta a los orígenes cristianos. En el año 55, san Pablo habla ya de la figura del diácono (Filp 1,1) y de sus requisitos: Los diáconos deben ser dignos, sin doblez, no dados a beber mucho vino ni a negocios sucios; que guarden el Misterio de la fe con una conciencia pura. Probados primero y después, si fuesen irreprensibles, serán diáconos» (1Tm 3, 8-10). Su carta fundacional razona su necesidad: No parece bien que nosotros (los doce) abandonemos la Palabra de Dios por servir a las mesas. Por tanto, hermanos, buscad de entre vosotros a siete hombres, de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría, y los nombraremos para este cargo; mientras que nosotros nos dedicaremos a la oración y al ministerio de la Palabra”» (Hch 6, 1-4).