Testimonios

Testimonios:

David Jiménez
Enrique Díez


TESTIMONIO DE DAVID JIMÉNEZ


Hola, soy David, y tengo 39 años. Felizmente estoy casado con una mujer estupenda que no merezco, Rosario, y tenemos dos hijos maravillosos que son todo un don de Dios.

En la vida civil soy Ingeniero Técnico Agrícola y tengo la suerte de trabajar en la sección de viveros y jardines de la asociación para personas con discapacidad intelectual Aspanias. Mi trabajo consiste sobre todo en hacer las veces de encargado de una cuadrilla de chicos con esta discapacidad y realizar labores de mantenimiento de jardines para empresas, colegios, etc. Es un trabajo muy enriquecedor, pues combina el perfil técnico con el humano.

Hasta aquí todo parece normal, ¿no? Lo único que os sonará ya algo más raro, es si os digo que además soy candidato al diaconado permanente en nuestra archidiócesis, una vocación muy poco conocida en Burgos, aunque de sobra implantada desde hace bastantes años en otras diócesis españolas o del resto del mundo.

Desde siempre he tenido inquietud vocacional. Ya en mi adolescencia, cuando pertenecía a los grupos juveniles de mi parroquia, sentía como el Señor me llamaba a comprometerme más y a entregarme a él. Evidentemente son años confusos en los que uno no sabe bien cuál es la vocación propia tanto en el ámbito civil como en el religioso, y que sólo se disciernen con el paso del tiempo y la búsqueda serena de la voluntad de Dios.

Tras acabar el servicio militar, volvieron a la carga las inquietudes y decidí probar en la vida religiosa. Estuve dos años de religioso contemplativo, pero vi claramente  que aquello, aunque era una vida maravillosa de la que guardo muy buenos recuerdos y amistades, no era lo mío, pues sentía que Dios me llamaba más al matrimonio.

Pero aunque me casé unos años después, y agradeciendo a Dios esta vocación, seguía sintiendo una especie de “picazón” que me dejaba intranquilo. A mí mente vino entonces un camino que quizás no había contemplado y que recordaba con una sonrisa. Al haber nacido y vivido en Sevilla durante muchos años, conocía de sobra la figura y labor de los diáconos permanentes. Allí se instauró el diaconado hace mucho tiempo y dicha diócesis cuenta con más de cincuenta diáconos que trabajan en parroquias, Cáritas, tanatorios, etc. Allí todo el mundo conoce este ministerio, no sorprende a nadie, y es tratado con naturalidad y aprecio por parte de clérigos y laicos. Precisamente en mis años de grupos juveniles nos dirigía en la parroquia uno de ellos con el que aún conservo una valiosa amistad. Una curiosidad, para que veáis la diferencia con nuestra diócesis de Burgos: los funerales de mis abuelos fueron oficiados por diáconos y las bodas de casi todos mis amigos sevillanos han sido presididas también por éstos.

¿Era ése mi camino? Cada vez lo veía y lo veo más claro, así que, tras hablarlo durante meses con mi mujer, empecé a tener los primeros contactos con los responsables diocesanos. Curiosa fue la respuesta de aquella cuando le comenté el asunto y le pedí permiso: “Ya lo sabía, no se puede poner puertas al campo”. Desde entonces he tenido su apoyo y comprensión y, aunque el candidato soy yo, podría decirse que, de alguna manera, ella es también co-ministra de todo ello.

Y tras un período de discernimiento, consulta y la respectiva e imprescindible aprobación de don Francisco se instauró el diaconado permanente en nuestra diócesis el 1 de enero del 2012. Sólo somos, de momento, dos candidatos, pero estoy seguro que cuando se vaya dando a conocer este ministerio vendrán más. Hay algunas diócesis en las que el número de aspirantes y candidatos al diaconado supera a los seminaristas.

Cuando cuento por ahí mis inquietudes y vivencias suelen mirarme con “cara rara” pero no me considero especial en modo alguno. Sé de sobra que el ministerio diaconal es nuevo en Burgos, y aunque costará un poco el tratarlo con normalidad, espero que todo cambie cuando todos vean que amamos la diócesis como los que más y sólo queremos trabajar por la Iglesia allí donde se nos mande.

Ahora estamos en proceso de formación teológica y espiritual con la ayuda de nuestros formadores y amigos, don Fernando y don Jesús, que apreciamos y queremos muchísimo. Ya estamos instituidos como acólitos y terminando los estudios teológicos. Ilusión me sobra a espuertas, y espero ser digno y estar a la altura, con la ayuda de Dios, de recibir algún día el don de la ordenación diaconal.



TESTIMONIO DE ENRIQUE DÍEZ



Mi nombre es Enrique, estoy casado, tengo tres hijos y soy candidato al diaconado permanente.

El ministerio del diaconado permanente era, hasta hace cuatro años, un desconocido para mí. Acerté a descubrirlo a través de Internet y, lo que en un principio fue una simple curiosidad se convirtió en una llamada del Señor. El descubrimiento del ministerio diaconal fue también un descubrimiento de mí mismo.

Leí a un diácono permanente que cuando siendo niño le preguntaron si quería ser sacerdote, dijo que no, que él quería ser como el señor que estaba al lado del sacerdote (un diácono permanente). Yo no he tenido esa oportunidad pues nunca en mi vida pude ver a un diácono permanente en nuestra diócesis (ni siquiera oí hablar de su existencia) pero según iba descubriendo la espiritualidad del diaconado fui notando que yo quería ser también como ese señor que me describían los documentos.

Nunca dudé de mi vocación matrimonial. Desde mi infancia estuve convencido de que el matrimonio era parte de mi vida. Así se lo dejé bien claro al H.Juan Pablo cuando me preguntó si quería ser hermano de La Salle.

Que Dios pusiera a Mariasun, mi mujer, en mi camino y que encontrara en ella mi otro todo no dejaba lugar a dudas sobre esa vocación. Pero algo faltaba. Si el matrimonio era en mí vocacionalmente indiscutible, también lo era mi necesidad de servir a Cristo.

El amor exige la mayor entrega posible del amante hacia el amado. Así entiendo yo mi amor. Así siento mi amor por mi mujer y ante Dios me entregué a ella hace casi 20 años.  Cuando eres novio tu amor te pide más y más cada día, sintiendo que siempre te falta algo, un algo que te lleva al matrimonio y a los hijos y a la entrega total a tu esposa y tu familia. Sólo te sientes completo entregado totalmente al otro.

Mi amor por Cristo también me pedía más y más cada día y me llevó por muchos caminos pero siempre sentía que me faltaba algo. Ese amor me lleva hacia la ordenación diaconal, hacia una entrega total a Cristo sirviendo a la Iglesia del cual Él es cabeza. Como servidor del obispo y de sus presbíteros. Servidor de todos y cada uno de los fieles de nuestra diócesis.


Rezad para que Dios me dé la fuerza necesaria para conseguir entregarme como Él me pide. 

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