Antes de la reforma conciliar, existía el ministerio de subdiácono. Aquí vemos a J. Ratzinger (dcha) ejerciendo como tal en la primera misa de su hermano. |
Una
doctrina que muchos comentaristas del Vaticano II parecen pasar por alto es que
el Concilio plasmó de manera definitiva,
como estructura fundamental jerárquica de la Iglesia, la triada:
obispo-presbítero-diácono[1]. Si en
la eclesiología previa se admitía una jerarquización más compleja con la
diversidad ministerial con las llamadas órdenes mayores y menores, el Vaticano
II simplifica todo ello en los tres grados mencionados. Tuvo en esto mucha
importancia la nueva eclesiología, el reconocimiento pleno del diaconado como
grado inferior jerárquico, el fortalecimiento de la conciencia eclesial sobre
el sacerdocio común de los fieles y la clara apuesta por el desarrollo de la
teología del laicado. Todo ello queda plasmado en la