La sacramentalidad del diaconado fue puesta en duda en diversos períodos de la historia de la Iglesia. Sin pretender ocuparnos de manera pormenorizada de las discusiones teológicas que sobre este asunto se dieron, a modo de resumen[1] diremos que dichas discusiones empezaron a surgir en la edad media, en la primera escolástica, con la evolución en el estudio de la teología sacramental. Santo Tomás, posteriormente, incluye al diaconado en el sacramento del Orden por su relación con la eucaristía. Durando de San Porciano corrige al Aquinate y afirma que el diaconado no es sacramento porque no confiere potestad consecratoria, que sí tiene el sacerdote. Este argumento se repetirá intermitentemente a lo largo de los siglos, incluso después de Trento, que no quiso fijar una postura clara al respecto para evitar condenar a algunos teólogos de entonces. La teología postridentina, en cambio, sí estuvo del lado de la sacramentalidad, aunque se echó en falta una definición magisterial clara y sin ambigüedades. Hubo que esperar al Vaticano II y sus documentos posteriores para zanjar la cuestión definitivamente. Destacan Sacrum Diaconatus Ordinem, de 1967, y en especial Pontificalis Romani Recognitio, de 1968, por el que se aprueba la nueva liturgia de ordenación de los tres grados jerárquicos, reformándose especialmente los ritos de la ordenación diaconal, dada su restauración en modo permanente. Posteriormente, tanto el Catecismo[2], como el Código de Derecho Canónico[3] afirman rotundamente que el diaconado es grado perteneciente al sacramento del Orden.
domingo, 30 de octubre de 2016
El diaconado como sacramento
La sacramentalidad del diaconado fue puesta en duda en diversos períodos de la historia de la Iglesia. Sin pretender ocuparnos de manera pormenorizada de las discusiones teológicas que sobre este asunto se dieron, a modo de resumen[1] diremos que dichas discusiones empezaron a surgir en la edad media, en la primera escolástica, con la evolución en el estudio de la teología sacramental. Santo Tomás, posteriormente, incluye al diaconado en el sacramento del Orden por su relación con la eucaristía. Durando de San Porciano corrige al Aquinate y afirma que el diaconado no es sacramento porque no confiere potestad consecratoria, que sí tiene el sacerdote. Este argumento se repetirá intermitentemente a lo largo de los siglos, incluso después de Trento, que no quiso fijar una postura clara al respecto para evitar condenar a algunos teólogos de entonces. La teología postridentina, en cambio, sí estuvo del lado de la sacramentalidad, aunque se echó en falta una definición magisterial clara y sin ambigüedades. Hubo que esperar al Vaticano II y sus documentos posteriores para zanjar la cuestión definitivamente. Destacan Sacrum Diaconatus Ordinem, de 1967, y en especial Pontificalis Romani Recognitio, de 1968, por el que se aprueba la nueva liturgia de ordenación de los tres grados jerárquicos, reformándose especialmente los ritos de la ordenación diaconal, dada su restauración en modo permanente. Posteriormente, tanto el Catecismo[2], como el Código de Derecho Canónico[3] afirman rotundamente que el diaconado es grado perteneciente al sacramento del Orden.
miércoles, 12 de octubre de 2016
El sacramento del orden en grado de diácono: sacramento de misión.
Todo
ministerio eclesial, tiene su raíz en el mandato de Cristo de servir a los
hermanos: Pues si yo, el Señor y el
Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a
otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he
hecho con vosotros. En verdad, en verdad os digo: no es más el siervo que su
amo, ni el enviado más que el que le envía (Jn 13, 14-16). Por el deseo de acoger este mandato
del mismo Jesús (diakonía Christi),
en las primeras comunidades cristianas surgen diversas formas de solventar las
necesidades tanto puntuales como permanentes del servicio a la Iglesia. Desde
la misma fundación de estos ministerios hay una identidad entre el hacer y el
ser[1]. No bastaba con servir como Jesús, había que ser otro Cristo sirviente. El ministro no quería
sólo actuar como Jesús, sino que hermanaba todo su ser con Él. Todo ello hizo
maestras del servicio a estas primeras comunidades y modelo para la Iglesia en
los siglos posteriores.
Comenzamos un nuevo curso
Con energías renovadas, la pequeña comunidad diaconal de Burgos ha comenzado un nuevo curso. Celebraciones en la Catedral, trabajo en las parroquias y diversos encargos eclesiales ocuparán este nuevo año pastoral. La principal novedad en este curso es la incorporación de nuestro diácono Enrique Díez como responsable de la librería de la Casa de la Iglesia. Desarrollará esta tarea junto a Mª Rosario Vicuña. Les deseamos lo mejor para esta diaconía diocesana.
Fotos: archiburgos.es
La participación en las celebraciones solemnes forma parte del ministerio de los diáconos permanentes |
Enrique Díez, diácono, y Mª Rosario Acuña |
Fotos: archiburgos.es
Suscribirse a:
Entradas (Atom)