lunes, 27 de junio de 2016

Ya hace un año

Hace un año, en la Catedral de Burgos, fuimos ordenados los dos primeros diáconos permanentes de la diócesis por D.Francisco Gil Hellín. Lo hicimos acompañados de tres diáconos ¿transitorios? y tres presbíteros. Fue un gran momento para nosotros. Un momento del que aprendimos que nada iba a ser como esperábamos.

No ha sido un año fácil. El abrir camino y ser los primeros es lo que tiene. Hay que enseñar y aprender muchas cosas. Hay que estar todo el día demostrando lo que no eres y lo que eres. Hay que bregar con incomprensiones, rechazos y desconocimientos. Hay que luchar con siglos de costumbres y tradiciones. Hay formas y lenguajes que duelen aunque no sean producto de la mala intención sino de la falta de adaptación a las nuevas realidades.

Pero junto a estos momentos difíciles también están otros muchos que hacen que el paso que dimos hace un año haya merecido la pena. El cariño
con que la gente, sin entender muy bien lo que eres, te anima a seguir. El acogimiento abierto y cariñoso de muchos hermanos presbíteros que compensa la incomprensión y el recelo de otros. La sonrisa del que sirves aunque tú sientas que has recibido mucho más de lo que has dado. La alegría de esos padres que te piden que seas tú quien bautice a sus hijos. El que alguien te diga que tu homilía le ha servido o simplemente le ha gustado. El ver la cara de esos enfermos a los que llevas la comunión.

Y qué decir del cariño que recibimos de los hermanos diáconos de otras diócesis. Lo pudimos sentir durante el encuentro nacional de diáconos permanentes o en el encuentro de diáconos de diócesis próximas. Y no sólo de ellos, también de los formadores, los delegados para el diaconado, de todos aquellos, presbíteros y obispos, que están en relación con los diáoconos permanentes y sus familias. Sólo por escuchar las experiencias y recibir el ánimo recibimos de los diáconos que llevan muchos años ordenados merece hacerse un viaje de varias horas. También ayuda a sentir que no eres un bicho raro y muchos antes que nosotros tuvieron que recorrer el mismo camino.

No quiero acabar sin tener un reconocimiento especial con Fernando Arce y Jesús Camarero porque, aún habiéndose acabado su misión como formadores, han seguido apoyándonos y haciendo lo posible para que ejerciéramos nuestro ministerio más eficazmente. Ellos han intentado limar asperezas. A ellos hemos ido con nuestras quejas y nuestros lloros. Ellos han intentado suplir las carencias que la diócesis tiene frente a nuestra realidad. Muchas gracias a los dos.

Una asignatura pendiente que nos queda para septiembre es la de dar a conocer el diaconado en la diócesis de Burgos. Darlo a conocer a laicos y presbíteros. Desterrar tópicos como que somos la solución a la falta de curas, o que somos supersacristanes, o considerarnos acólitos y adornos litúrgicos, o que somos punta de lanza contra el celibato... entre otros. Debemos reflexionar todos juntos cual es el lugar que debe ocupar el diácono en esta casa que es la Iglesia. Pero todo esto con la ayuda de Dios.

Este año ha sido un año duro pero llevadero por la gracia de Dios y por todas las personas que ha puesto en nuestro caminar ¡Dios os bendiga a todos!

1 comentario:

David Jiménez, diácono de Burgos dijo...

Sólo quiero dar gracias a Dios por este don inmerecido del diaconado. Que Él nos ayude a ser cada día más dignos siervos y entregar la vida por los demás.