martes, 6 de octubre de 2015

El diácono desde la eucaristía.

El diácono, como todos los cristianos, debe vivir lo que cree, creer lo que celebra y celebrar lo que vive. Partiendo de esa premisa y fijándonos en la eucaristía podemos explicar qué es un diácono.

El diácono sale con el resto de los clérigos y besa el altar igual que el resto: es clero. Ni los monaguillos, ni los lectores, ni los monitores, ni nadie que no sea clero besa el altar, por lo tanto no es un laico voluntarioso que sirve donde y cuando quiere. Igual que el resto del clero ha prometido obedecer al obispo diocesano y servir a la Iglesia allá donde la Iglesia, guiada por el obispo, decida que es necesario, no donde quiera hacerlo. Debe servir haciendo aquello que se le encomiende no por su gusto sino por sus capacidades y por las necesidades eclesiales.

El diácono lee el Evangelio: enseña la Palabra. Pero antes de leer el Evangelio se inclina ante el presbítero y pide su bendición. El diácono está para servir la Palabra de Dios pero no por su cuenta sino como servidor
de la Iglesia y colaborador de los presbíteros y epíscopos.


El diácono predica la homilía: puede presidir. Preside celebraciones como la exposición del Santísimo, celebraciones de la Palabra en ausencia del Presbítero, exequias... y lo más vistoso, preside la celebración de matrimonios.

El diácono es el encargado de realizar la Oración de los Fieles. Es la voz de los fieles en la asamblea. Quien traslada las inquietudes que estos tienen ante Dios.

El diácono pone la mesa: el diácono es servidor de los pobres. El altar no es una mole de piedra que sirve de soporte como una simple mesa, según los Santos Padres, el altar de Dios son los huérfanos y las viudas (los más necesitados). Cuando pone y sirve la mesa indica que sirve a los pobres y pone la mesa de los pobres, alivia sus necesidades. El servicio a los más necesitados física y espiritualmente es el ministerio del diácono.

El diácono vierte el agua en el cáliz diciendo: "el agua unida al vino sea signo de nuestra participación en la vida divina de quien ha querido compartir nuestra condición humana". Podemos resumirlo diciendo que el diácono diviniza el contenido del cáliz igual que diviniza al hombre en el momento de bautizarlo. La celebración de bautismos es otra de las potestades diaconales.

Una vez preparada la mesa entrega el cáliz y la patena al presbítero que preside la celebración. El diácono sirve a la Iglesia. Es una ayuda para los presbíteros y los epíscopos, para que puedan dedicarse más plenamente a aquello que sólo ellos pueden hacer. Dedicarse más plenamente a servir como sacerdotes a sus feligreses.

En el momento de la doxología final de la plegaria eucarística el diácono levanta el cáliz. No lo hace en su nombre sino como representación de toda la comunidad que brinda en honor a Cristo. Es la mano de la comunidad cristiana laica en el altar.

Invita a los fieles a darse la paz. En la Didaché, igual que en otros escritos de los Santos Padres, se exige que nadie que esté enojado o enfadado con un hermano participe en la eucaristía y que se cumpliera esta exigencia era ministerio de lo diáconos. Éstos eran los encargados de conocer a la comunidad y trasladar a los obispos la situación de los fieles: sus necesidades, sus circunstancias particulares, su enemistades, ... El diácono debe estar atento a las necesidades y situaciones particulares de la comunidad cristiana a la que sirve para poder trasladar estas necesidades y situaciones a los presbíteros, y de esta manera hacer más efectiva la pastoral.

El diácono distribuye la comunión. Es el encargado natural de la Cáritas, de distribuir los bienes necesarios para aliviar las necesidades de los demás.

El diácono recoge la mesa y acaba despidiendo a los fieles con un: "podéis ir en paz"; y en la bendiciones solemnes indica a los fieles que han de inclinar la cabeza. Una de las misiones del diácono es indicar a los fieles lo que hay que hacer en cada momento, las necesidades de la Iglesia y los deseos de los presbíteros para el buen funcionamiento de la comunidad.

Seguro que faltan muchas cosas y hay algunas muy puntualizables pero creo que la liturgia es buena catequista a la hora de explicar lo que es un diácono, y el espacio de un blog no es lugar para hacer una tesis sobre el diaconado.


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